Que no se las mencione en los libros de Historia no
significa que hayan faltado mujeres en la tradición literaria española. Se trata
de otra lamentable y habitual omisión, de otro intento más por silenciar la
actividad y los logros de las mujeres. Aunque hay que reconocer honrosas
excepciones, como ese primer tomo del Teatro
crítico (1726) del padre Feijoo, que incluía en el Discurso XVI una
"Defensa de las mujeres". O el capítulo denominado "Catálogo de
las españolas que más se han distinguido en letras y armas", del libro Las mujeres vindicadas de las calumnias de
los hombres (1768), del bibliotecario real Juan Bautista Cubíe, hasta
llegar a algunos estudios más recientes en los que se rescata del olvido la
escritura femenina y sin dejar al margen el destacado papel de las mujeres en la
imprenta, la edición, la venta de libros y otras actividades relacionadas con
el libro: mecenazgo, defensa de los derechos de autor, etc.
Apenas disponemos de información sobre estas mujeres y la
labor que realizaron, tampoco conocemos la identidad de muchas de ellas. Sería preciso
efectuar una recopilación de las ediciones de libros que se imprimieron, así
como investigar en qué medida colaboraron a desarrollar cierta literatura o a
introducir en España algunas tendencias nuevas, como ocurrió con la novela
prerromántica, por ejemplo. Queda constatado que crearon o desarrollaron
bibliotecas, colecciones... Entre ellas hay dos dedicadas expresamente a
mujeres, cuando ya se habían convertido en receptoras de este producto
cultural: Biblioteca entretenida de las
damas o colección de novelas y cuentos morales o ejemplares traducidos del
francés e inglés para honesto y útil recreo (1798), de 2 volúmenes, y Biblioteca selecta de las damas
(1805-1817), con 13 volúmenes.
El número de lectoras fue creciendo progresivamente. Con el
asentamiento definitivo de la novela sentimental, en la última década del siglo
e inicios del siguiente, las mujeres tendrán una relación privilegiada con este
género, que dará paso al folletín decimonónico. Un ejemplo de la presencia de
la novela sentimental lo encontramos en la referencia de los libros impresos
por la viuda de Ibarra, en el que aparece una novela del escritor inglés Henry Fielding:
Historia de Amelia Booth, impresa en
1795. Es evidente que esta literatura estuvo también al servicio de las mujeres
contribuyendo al desarrollo del prototipo femenino de la época, que anuncia la
domesticidad y privacidad burguesa del Ochocientos. También hay una literatura
moral conformadora de la mentalidad femenina: el de la mujer sumisa, laboriosa,
honesta y piadosa que cumplía no solo una función procreadora, sino también
económica y que estaba al servicio del correcto funcionamiento de la sociedad
varonil.
Sobre la identidad y labor de estas mujeres queda mucho por
investigar, para aclarar su biografía y analizar el papel que desempeñaron en
el marco de la cultura española de la Ilustración. Por otro lado, cabe
preguntarse si, desde su situación, con todos los condicionantes previsibles,
las mujeres tuvieron capacidad de actuación sobre estos asuntos. Solo de esta
manera podemos plantear que allanasen los caminos hacia una escritura
propiamente de mujer. Si ellas, desde una sensibilidad femenina, incidieron en
el hecho de potenciar tipos de novelas, bibliotecas... que fue lo que a la
larga propició la escritura femenina en el siglo XIX.
*María Dubón