Crónica de la posguerra en boca de una
postadolescente. Andrea, huérfana que ha vivido con una prima en una ciudad de
provincias, va a Barcelona ilusionada con encontrar el mundo, la gran ciudad
que tanto puede ofrecer y la casa de su abuela, un lugar ideal de su infancia.
Pero no todo va a ser tan bello como ella imaginaba, la ciudad y las personas
arrostran los traumas del recién acabado conflicto bélico. Todo es decadente,
la crueldad domina y ha trastornado a las personas. La joven nos muestra la
ciudad en sus paseos de la calle de Aribau a la Universidad, al barrio gótico y
al entorno de Layetana. Percibimos los colores de los árboles, la humedad del
ambiente, los sonidos. La falta del ruido de fondo que hoy caracteriza a las
ciudades grandes, nos deja oír los pasos del vigilante nocturno, el sereno.
Vemos las caballerías usadas entonces para el transporte, las cuerdas que se
usaban para abrir las puertas desde los pisos superiores de los edificios.
Sabemos del racionamiento del pan, del obligatorio cubrimiento de la cabeza de
las mujeres para entrar en las iglesias, cuando
el amigo Pons le deja a Andrea su sombrero para entrar en Santa Mª del
Mar.
Del machismo imperante, la chica hace los
bocadillos al grupo de amigos artistas: Vamos a merendar si Andrea tiene la
bondad de hacernos unos bocadillos p.146
Poco antes oímos la reflexión de Andrea
sobre los hombres sementales cuando Gerardo la besa. Cap. XII
En el cap. V nos confiesa que las amigas
son preferibles a los amigos comprendí que con los muchachos era imposible el
tono misterioso y reticente de las confidencias.
Andrea es una chica frágil pero con agudas
percepciones y así lo vemos cuando en cap.VI dice la necesidad que sienten
todos los seres poco apreciados de pagar materialmente lo que para ellos es
extraordinario: el interés y la simpatía. Cap. VI a propósito del lío del pañuelo que regala a
Ena.
Algún crítico ha comparado Nada
con El guardián entre el centeno
de Salinger o Bonjour tristese de
F.Sagan, pero dicen que no le llegan ni a la tercera parte. Creo que la
comparación surge del hecho de ser obras de posadolescentes pero necesitaría
una relectura para opinar. Así de lejos creo que tienen razón, al menos Nada
nos resulta más próxima en sus preocupaciones.
J.R. Jiménez cuya poema encabeza el texto
dijo: Las zonas de penumbra son muchas en esta historia ( ) Al mundo que la
narradora crea no le falta nada, pero deliberadamente deja muchos escapes
laterales para que la imaginación del lector vuele y recree el texto.
Respecto al título, dice la novela hacia el
final: No me llevaba nada. O eso creía yo entonces con lo cual nos deja una
reflexión casi impropia de una persona tan joven como es Laforet entonces, de
todas las vivencias se aprende algo.
Esa juventud de la autora también la
aprecio en el lirismo adolescente de algunas figuras e imágenes rebuscadas.
En cualquier caso la vida es un permanente
buscar algo (la felicidad?) pero eso solo ocurre en la ficción.
Novela imprescindible para entender la
posguerra.