Por medio de un
profundo y exhaustivo análisis sobre el contexto y la situación de las mujeres
en todos y cada uno de los múltiples ámbitos de la existencia; este ensayo
feminista nos lleva a posar nuestra mirada ahondando en la condición femenina,
a través de una visión totalmente nítida y enfocada con perspectiva de género,
y observando de ese modo un futuro que necesita forjarse en equidad e igualdad,
sin que la balanza del equilibrio tenga opción de tambalearse. Diversas
temáticas y disciplinas van abriéndonos poco a poco el abrupto camino recorrido
por las mujeres: una infranqueable calzada de servil vasallaje; de titubeantes
pasos colmados de mitos, leyendas y ficción que han ido construyendo los
prejuicios sociales y determinando la presencia de unos estereotipos que
continúan conformando hoy el sustento de la cultura patriarcal; de aquellos
remotos orígenes que enaltecieron la supremacía masculina, vertiendo sus
amplios dominios en los canales designados a las mujeres, donde el rol de la
pasividad navegaba impuesto. Simone de Beauvoir, sin embargo, intenta explicar
y razonar todos aquellos supuestos o experiencias, tanto en el campo biológico,
psicológico, sexual, social o histórico, que a lo largo de la historia de la
humanidad han ido, injusta e indignamente, transportando a las mujeres a
representar su papel subordinado, con la implícita resignación de ser y
sentirse invisibles tras los tabiques que encierran el hogar. Nos va exponiendo
con soltura las constantes trabas con que la naturaleza femenina fue
postergando a las mujeres, sumiéndolas bajo el poder del yugo masculino, dados
los periodos de inactividad que, por ejemplo, tenían que pasar a expensas de la
menstruación y la maternidad, lógicamente circunstancias estas que no tenía que
asumir el hombre, hecho del que obtendría su privilegiado escalón. Aunque en
las primeras civilizaciones todavía la maternidad adquiría un carácter sagrado,
con el tiempo, se asentarían las férreas bases de la sociedad patriarcal en la que,
tristemente hoy, aún nos reconocemos en diversos aspectos del pasado. La
formación ha sido primordial en las diferentes épocas acontecidas; pero siempre
se le ha inculcado a la niña ese conflicto interior de ser otro, de querer gustar o, incluso, de tener
que renunciar; un papel que traspasa el umbral del matrimonio en su forma
tradicional:
«La gran diferencia es que en la mujer la
dependencia está interiorizada; ella es
esclava, incluso cuando se conduce con aparente libertad; mientras que el
hombre es esencialmente autónomo y está encadenado desde el exterior»
La autora va
puliendo ese doble espejo enmarcado por la identidad femenina, mostrándonos las
diversas caras de la madurez; el rostro sin disfraz de la aceptación, de la
imprescindible afirmación de sí misma; o pintándonos, al mismo tiempo, una
caricatura rellenada con las tonalidades de una liberación colectiva que
termine conduciendo a la completa emancipación de la mujer:
«La misma mujer reconoce que el universo en su
conjunto es masculino; los hombres lo han conformado, regido, y lo siguen
dominando; en cuanto a ella, no se considera responsable; se supone que es
inferior, dependiente; no ha aprendido las lecciones de la violencia, nunca ha
emergido como sujeto frente a otros miembros de la sociedad; encerrada en su
carne, en su hogar, se considera pasiva frente a estos dioses con rostro humano
que definen fines y valores»
Transitando esta
línea filosófica, nos reitera la importancia de una educación igualitaria,
aquella que, con los mismos estudios, juegos y porvenir, logre desechar los complejos
de inferioridad palpables en las niñas; ya que, a muy temprana edad, las niñas comienzan
a desarrollar internamente una serie de complejos; mientras que, en sentido
opuesto, a los niños les provoca justo el efecto contrario: el de asimilar su
superioridad. Sin lugar a dudas, solo el mutuo reconocimiento relegará las
esferas separadas al ayer y desterrará los espacios feudales:
«En el seno del mundo dado le corresponde al
hombre hacer triunfar el reino de la libertad; para lograr esta victoria
suprema es necesario, entre otras cosas, que más allá de sus diferenciaciones
naturales los hombres y mujeres afirmen sin equívocos su fraternidad»
“El segundo sexo”
estudia filosóficamente los aspectos concernientes al feminismo, explorando y
reflexionando sobre el legado patriarcal que, en la actualidad, continúa
aprisionándonos. De hecho, y aunque hemos ido conquistando ciertos puntos desde
que Simone de Beauvoir dio luz a esta obra, albergamos una herencia carente, en
su mayor parte, de nombres femeninos, puesto que han sido los hombres quienes han
ido descifrando códigos y escribiendo avatares a lo largo de los siglos; aun
así, a la tenue luz que antes nos amparaban las velas, sutilmente han ido y van
sustituyéndolas lámparas que alumbran con mejor claridad nuestros hallazgos;
progresivamente se van resquebrajando más techos de cristal, aunque quedan
muchos por romper; y, además, excavamos con ahínco ese ínfimo hueco de
liderazgo en un universo masculino que lleva comprimiéndonos desde aquellos
lejanos orígenes que delimitaron las jerarquías. En cambio, y a pesar de que,
con mucho sacrificio, hemos escalado desde el principio de los tiempos bastantes
peldaños, aún nos queda por colonizar la escalera que, por fin, equipare la
verdadera igualdad.
*Autora: Raquel Victoria