Reseña del libro: Historia de una maestra

A través de los surcos enrevesados de la memoria, difusos recuerdos van emergiendo pausadamente, hacia la superficie de los pensamientos que van envolviendo a Gabriela. A veces, entreverando retazos de su vida en aquellos instantes que el alimento de un tiempo claro y enfebrecido, le hace rememorar con nostalgia; y otras, reviviendo días pasados sumergidos por completo en la penumbra opaca de las tragedias. Nos vamos amoldando a los pasos de Gabriela para ir descubriendo a su lado, su propio camino, vamos vislumbrando su íntimo empeño y su enérgica lucha por ser aquella maestra que fue, siempre con su mirada puesta en una enseñanza donde la raíz de sus lecciones sobresaliera en conocimientos y con los valores humanos como base indispensable, evitando, de ese modo, que ninguna distinción del tipo que fuera, acabara saliendo a flote. Y, todo ello, lo hizo cosiendo el tejido de un largo sueño, nutrido, a su vez, por el poso acumulado de los años, que le llevaron a entrever el progreso al igual que una contagiosa ignorancia que, día a día, atravesaba los muros de la mayoría de los hogares españoles. Vamos observando así, desde el aislamiento de los pueblos del norte del país, alumbrados apenas por tímidos rayos de sol en un extenso paisaje de montañas perdidas; y hasta notar la caricia asfixiante en la piel de la selvática África, embriagándonos de la exuberante flora en una apartada isla colonial en mitad del ecuador. Sin embargo, y aunque ambos lugares son muy dispares entre sí, comparten precariedades semejantes y las mismas necesidades educativas entre sus niñas y niños: una abismal carencia cultural ensombrecida por un analfabetismo que recorre ríos guineanos al igual que corrientes peninsulares. Por ello, Gabriela, a través del tesón y la constancia, aunará fuerzas con su marido, también maestro, y junto al resto de compañeras y compañeros de oficio para intentar transformar de arriba abajo un mundo, que irán conduciendo hacia las claves del avance, aun con el arrastre de los roles tradicionales que todavía afloran en Gabriela, lejos ya de aquella aventura que le brindaron las tierras africanas, y arropada ahora por ese vital sacrificio de las maestras y maestros para borrar el desconocimiento que engloba a sus pueblos. En cambio, sus proyectos y ensoñaciones, pronto y drásticamente, serán arrasados por la oscura manta de la intolerancia.

“Historia de una maestra” nos introduce con facilidad, en el complejo universo de la educación en la España de los años veinte, dilatándose en el tiempo hasta el mismo comienzo de la contienda bélica. Nos hace entender, de una manera muy cercana, la pésima vida de las maestras y maestros rurales, teniendo que dar sus clases de una forma bastante rudimentaria  en aquellos pueblos de la España profunda, donde, desde luego, el agua corriente y la luz eléctrica constituían adelantos imposibles de llegar. Nos retrata también, la complicada vida para una maestra blanca y mujer en la colonia guineana, en la cual, además, se imponía la barrera de la lengua nativa. Asimismo, miramos por una resplandeciente mirilla, los grandes logros que, con espléndido fervor, trajeron un movimiento cultural en la sociedad española inédito hasta aquel preciso momento, en el que la II República guio e introdujo las letras en lugares antes insospechados, llevando el aprendizaje y el saber hasta acaparar mentalidades obreras y campesinas con sus teatros y bibliotecas ambulantes. Con un lenguaje directo, veraz y que consigue atraparnos, la autora reconstruye una época dorada de nuestra historia, sepultada por el crudo y represivo desenlace que aconteció con la Revolución de Octubre, y que, poco más adelante, acabaría frustrando en totalidad el estallido de la Guerra Civil, partiendo durante demasiadas décadas aquella esperanzadora enseñanza que promulgaba la coeducación, la laicidad y la igualdad en todos los aspectos. Sin duda, esta novela nos muestra la realidad de una sociedad española que aquellos docentes pretendían abrir rompiendo costumbres y traspasando fronteras, y lo hacían por medio de una labor que quería saltarse, de una vez por todas, las líneas entumecidas por siglos de polvoriento retraso.



*Reseña: Raquel Victoria