Gioconda Belli a
través de un lenguaje intenso, reflexivo y cargado de reivindicación, nos
sumerge, de manera desgarradora, entre la naturaleza más pura de nuestros
ancestros, meciéndonos bajo la cadencia de la lluvia, el ulular del viento o
las entrañas de la tierra como la gran madre que nos precedió a todos/as en su
vientre desde tiempos remotos, y combina estos elementos simbólicos y naturales
en una ferviente metáfora que envuelve el velo oscuro de las guerras, el
paraíso de un amor cegado e invisible para la mujer y, sobre todo, nos lanza al
otro lado del espejo, haciéndonos observar con nuestra propia imagen, aquella
que verdaderamente refleja nuestro esforzado rostro, que a lo largo de la vida,
hemos intentado afianzar con tenacidad como mujeres libres e independientes,
alejadas y desprovistas de las aplastantes cadenas que desde el principio de
los tiempos, nos han oprimido queriendo ser ellas, mujeres con las que, cada
amanecer, volvemos a despertar, esas manejables niñas maquilladas por la culpa
de no ser ya la abnegada esposa o la madre solícita que quisieron otros, con
arraigo y mano firme, que fuéramos, esas niñas que moldearon a su antojo para
hacerlas prescindir de identidad propia. Sin embargo, el sueño de la noche, aun
con el brusco despertar, vuelve a abrirse paso entre todos estos pensamientos
opacos, trasladándonos, de nuevo, a la línea marcada, aquella que no contiene
rótulos preinscritos y se sale, con demasiada asiduidad, del recto e intransitable
sendero.
*Reseña: Raquel Victoria