Cristina de Pizán es la primera mujer a la que cabe
considerar escritora profesional. Viuda a los veinticinco años y con tres hijos
pequeños a su cargo, sacó adelante a su familia gracias al pago que recibió por
sus escritos. Su educación en la corte de Carlos V de Valois, rey de Francia,
su talento, su erudición y su capacidad de trabajo le permitieron alumbrar una
extensa obra, que la hizo ser famosa y apreciada en toda Europa.
De las treinta y siete obras que se conservan de Cristina de
Pizán, La Ciudad de las damas (1405)
es el título del libro por el que más se conoce a la autora. En este trabajo,
Cristina de Pizán rebate la extendida creencia en la época de que la mujer
carece de una naturaleza moral y es intrínsecamente perversa.
Al comienzo de su libro, Cristina de Pizán lamenta que no hay texto que esté exento de misoginia y
admite haberse fiado más del juicio ajeno
que de lo que sabía y sentía en mi ser de mujer. Sumida en estas
reflexiones se encuentra cuando recibe la visita de «tres Damas coronadas de
muy alto rango» cuyo resplandor ilumina toda la habitación. Estas damas son:
Razón, Derechura y Justicia, que le proponen erigir una ciudad para acoger a
todas las mujeres: «una Ciudad levantada y edificada para todas las mujeres de
mérito, las de ayer, hoy y mañana».
Razón, Derechura y Justicia proveen a la escritora de las
mejores piedras para construir la Ciudad, una Ciudad que fundarás con nuestra ayuda nunca volverá a la nada sino que
siempre permanecerá floreciente; pese a la envidia de sus enemigos, resistirá
muchos asaltos, sin ser jamás tomada o vencida. En un profundo foso se
enterrarán todos los prejuicios que los hombres han divulgado sobre las mujeres
y quedarán al descubierto sus insidiosas mentiras. Los cimientos, las murallas,
los palacios y mansiones se construirán con esas mujeres anónimas que han
llevado a cabo meritorias gestas y también con aquellas mujeres que han pasado
a la historia dejando constancia de su enorme valía: Safo, Semíramis, María
Magdalena, la emperatriz Nicaula… De esta forma se elabora una genealogía
femenina que todavía sigue vigente en la actualidad, pues en ella encontramos a
las representantes destacadas del movimiento de emancipación de la mujer.
La Ciudad erigida por Cristina de Pizán con la ayuda de las
tres Damas es mucho más que un recinto que protege a las mujeres, es un espacio
de relaciones sociales regidas por el derecho. Quedan aún lejos los conceptos
de ciudadanía y de feminismo, pero Cristina de Pizán ya ejerce de ciudadana.
Alza su voz para rebatir con argumentos la subordinación en el orden social de
las mujeres y reivindica para ellas el derecho fundamental del que derivan los
demás: el reconocimiento de la condición de persona, con la dignidad que
implica, y con las cualidades que se atribuyen en exclusiva a los varones.
También reclama como valores dignos de consideración los que se consideran
propios de las mujeres y que por esta razón se denigran: la ternura, el cuidado
de las personas, la ocupación en tareas menores.
La ciudad de las damas
destaca por su originalidad: aporta una visión feminista e innovadora sobre en
el tratamiento de los temas que afectaron a las mujeres medievales y presenta
una visión contrastada de la historia de las mujeres, algo que evidencia la
vasta cultura de Cristina de Pizán. La autora reivindica para las mujeres tanto
el estudio como un espacio íntimo y personal donde llevar a cabo su
instrucción, así como la creación literaria. Aspecto que tiempo después
suscribirá Virginia Woolf en Una
habitación propia.
*Reseña: María Dubón