Es el año 1836, la guerra enfrenta a carlistas e isabelinos.
El médico alemán Fritz Stein realiza un viaje a España, su intención es
enrolarse en el ejército de Navarra como cirujano. Durante la travesía en barco
conoce al duque de Almansa. Dos años más tarde, encontramos a Stein en
Villamar, herido y pobre. Los guardas de un antiguo convento le acogen y le
cuidan. El jardinero fray Gabriel, la tía María, su hijo Manuel y don Modesto,
un comandante que aguarda la reconstrucción de su fuerte, se convertirán en sus
amigos. Más adelante y ya recuperada la salud, Stein salva la vida de María Santaló, conocida como La Gaviota por su espíritu inquieto y su
energía. La Gaviota cautiva por su
maravillosa voz, aunque como persona es fría y desdeñosa, indiferente y esquiva.
Stein la alfabetiza y la ayuda a educar su voz. Es quince años mayor que ella y
existen otras diferencias que les separan, aun así, se enamora de La Gaviota y la desposa. Con el paso del
tiempo, La Gaviota se muestra como
una mujer egoísta e interesada, que no comparte el tipo de amor que su esposo
le dedica.
Un día Stein ha de atender a un noble herido, que ha caído
del caballo durante una cacería, es el duque de Almansa, a quien conoció en el
barco. El duque le recomienda que se instale en Sevilla con su mujer, allí
existen para él más salidas profesionales. La alta sociedad sevillana,
monárquica, católica y conservadora, acepta a la pareja por su amistad con el
duque. Enseguida La Gaviota da
muestras de su carácter, empieza a ser admirada en representaciones teatrales,
es cortejada por el duque de Almansa y acepta esta nueva vida de triunfos
fáciles. Tras una accidentada corrida, se encapricha del torero Pepe Vera,
guapo y gallardo, y se convierte en su amante. Luego se instalará en Madrid, donde
conoce el éxito como cantante. Stein, traicionado y humillado, se abandona al
abatimiento, incapaz de reaccionar al dolor de la traición. Viaja a América y
allí muere.
También morirá de forma trágica Pepe Vera, dejando a La Gaviota sola, ella intentará sin
suerte iniciar una nueva vida y al final no tendrá otro remedio que regresar a Villamar.
En su aldea es recibida con frialdad e inicia una nueva etapa al casarse con su
antiguo pretendiente Ramón Pérez, barbero local. Con él tendrá dos hijos, pero
ese insatisfactorio matrimonio se convertirá en una condena, pues La Gaviota no se conforma con este
humilde tipo de vida.
Fernán Caballero,
seudónimo de Cecilia Böhl de Faber y Larrea, escribió su obra La Gaviota en francés, y entre mayo y
junio de 1849 se publicó como folletín en El heraldo de
Madrid. En 1856 se editará la versión española, traducción de José Joaquín de
la Mora.
Cecilia nació en Berna (Suiza) en 1796 y murió en Sevilla en
1877. Hija de padre alemán y madre gaditana, estudió en un internado en
Hamburgo y a su vuelta a España asistió a las tertulias de su madre, doña
Frasquita, en las que se defendía el absolutismo de Fernando VII, el trono y el
altar. Su educación archiconservadora y su estatus social burgués, primero se
casó con un capitán del ejército y al enviudar contrajo nuevas nupcias con un
marqués, condicionaban su mirada. Sus obras están llenas de nacionalismo y
valores ancestrales, que plasma en la vida cotidiana de sus personajes.
En la época en la que publicaba Fernán Caballero, la crítica
literaria estaba polarizada. Por un lado tenemos a los defensores del
liberalismo más progresista; por otro, a un grupo reaccionario y conservador.
Las diatribas que generó la obra de Cecilia, excedían a veces el ámbito
estrictamente literario para entrar en el político. Llegaron a calificarla como
musa neocatólica. Estas críticas
ocasionaron un profundo malestar a la escritora, que se las tomaba como algo
personal.
En La Gaviota se
aprecia un mensaje ético y moral, emitido a través de los sentimientos y
palabras de los personajes. Dios envía penas como castigo por los pecados de
los personajes, que aceptan su destino en este mundo, con la esperanza de ser
felices en el otro. El propósito moralizador de la obra exige que los culpables
paguen por sus delitos, así, por ejemplo, Pepe Vera muere en una corrida y La Gaviota pierde la voz a causa de una
pulmonía. La Gaviota va de desgracia
en desgracia por no resignarse a la vida humilde que le ofrecía el destino,
pero también representa a una mujer rebelde y auténtica que pretende su
libertad, inalterable en su calma y aplomo ante las críticas sociales.
Fernán Caballero
describe con colorismo y naturalidad el ambiente rural andaluz: bailes,
canciones, dichos, vestimenta típica… El pueblo ejemplifica la virtud, mientras
que Sevilla y Madrid, la gran ciudad, son fuente de peligrosas tentaciones; aquí
la acción deja de ser costumbrista. La autora exalta la vida campesina, donde
ve representados unos valores humanos a punto de perderse por culpa del
progreso. Los personajes tienen un desarrollo escaso y el estudio social se
centra en dos clases muy diferenciadas: el populacho y la aristocracia
sevillana.
La novela La Gaviota
ha alcanzado grandes elogios por ser una obra pionera del gran movimiento
narrativo de la segunda mitad del siglo XIX: el realismo, y una revolución
artística. Sin embargo, podemos apreciar en la narración elementos típicos del
Romanticismo, como la descripción de una tempestad marina o la glosa sobre las
ruinas de un convento. Asimismo existen rasgos costumbristas, propios de los
movimientos literarios anteriores, y folletinescos, como la división maniquea de
los personajes.
*Reseña: María Dubón