Reseña del libro: La joven de la perla

La joven de la perla, la novela escrita por Tracy Chevalier, y el cuadro de Vermeer que lleva por título “Retrato de muchacha con perla” forman un dúo indisoluble que permite analizar toda la obra del pintor desde la singularidad de este retrato, que junto con otro: “Retrato de joven con velo”, son los únicos cuadros del artista donde se representa el objeto sobre un fondo oscuro, sin ninguna referencia al entorno.
Griet, la joven protagonista de la historia, se traslada del mundo protestante al católico para formar parte del servicio de María Thins, suegra del artista holandés Vermeer. La narración arranca de un punto cargado de simbolismo, la estrella de ocho puntas que hay en el pavimento de la plaza, señalando cada uno de los barrios de Delf. Es una especie de brújula y también de ruleta de la fortuna, representa las opciones de posibles caminos a tomar. Griet ha de ir al barrio Papista, a lo desconocido. Abandona la seguridad del hogar paterno para vivir en la casa del amo, aunque con el paso del tiempo, el hogar familiar se convierte en extraño y le provoca un sentimiento de desarraigo, hasta que encuentra por fin su lugar con Pieter, el carnicero.
La novela está plena de lirismo porque se adentra en el pensamiento de la protagonista. Es un relato que puede dividirse en tres partes: La presentación y el momento en que Vermeer se fija en Griet. El momento en que Griet pasa de ser sirvienta a convertirse en ayudante del pintor y heroína, algo que le da acceso al universo masculino y suscita el recelo de las mujeres de la casa. La tensión dramática y la resolución de la trama.
Desde la ausencia de fondo en el cuadro de Vermeer, Tracy Chevalier puede potenciar su libertad creativa mediante confrontaciones: trabajo bruto y trabajo culto; catolicismo y protestantismo; clase humilde y clase burguesa; amos y criados; ámbito masculino y ámbito femenino. Ante ellas, solo vale el sometimiento, ya que cualquier otra actitud genera el conflicto.
Hay que destacar que gracias a La joven de la perla entramos en el estudio del gran maestro Vermeer. En él destaca la congelación del instante, la quietud del momento. A Vermeer lo único que le interesa es el uso de la cámara oscura, el tratamiento de la luz y la disposición de los objetos. La presencia de la misma iluminación, una fuente luminosa que proviene de la izquierda, revela que Vermeer, salvo excepciones, usó siempre el mismo escenario para sus composiciones pictóricas: una habitación en el último piso de la casa de su suegra y la luz que atravesaba el enorme ventanal emplomado.
La joven de la perla recoge el afán de la protagonista a ocupar un espacio social, amoroso y cultural que le está vetado. Es a la vez un escenario costumbrista que presenta con detalle diversos aspectos de la sociedad holandesa del siglo XVII.

 *Reseña: María Dubón