Reseña del libro: La señora Dalloway

Pese a todos los miedos de Virginia Woolf respecto a su novela, La señora Dalloway, cuando se publicó en 1925, fue un éxito. Hoy muchos la consideran una obra maestra y sirve de inspiración a otros autores, como a Michael Cunningham, que la tomó como referencia para escribir Las horas, título que aparece como posible en los borradores de Woolf.
La señora Dalloway es una historia romántica y cuenta con la peculiaridad de estar dotada de un agudo análisis psicológico de los personajes, algo común en toda la obra de Virginia Woolf. Ambientada en la sociedad inglesa de 1923, la acción se desarrolla en un solo día, algo que provoca en el lector la sensación de estar viviendo en tiempo real los acontecimientos que se narran.
Clarissa Dalloway, dama de la alta sociedad londinense, mujer de cincuenta y dos años, da una fiesta en su casa y ultima los detalles para que la recepción que ofrece a sus invitados resulte perfecta. El reencuentro inesperado con Peter Walsh, con quien mantuvo una relación sentimental en el pasado, la lleva a analizar las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida. ¿Acertó casándose con el convencional Richard Dalloway? ¿Cómo habría sido un matrimonio con su romántico y aventurero pretendiente anterior? Clarissa Dalloway podría ser otra mujer, llevar otra existencia, pero se ha convertido en un ser superficial y dependiente, que se ha rendido a su destino. El inventario de lo que fue y lo que no ha podido ser se salda con la nostalgia, sentimiento que la invade al recordar a Sally Seton, amiga de juventud y primera experiencia amorosa de Clarissa, que representa el amor puro y desinteresado. Al compararlo con su matrimonio, este se le antoja algo horrible.
Septimus Warren Smith protagoniza una historia paralela. Es un joven de treinta años que sufre estrés postraumático, una secuela mental que la guerra ha dejado en él. El personaje tiene mucho de autobiográfico, Virginia Woolf lo sacó de sus entrañas, quizá le sirvió para intentar averiguar qué le estaba pasando, para comprender sus depresiones.  Para ello tuvo que enfrentarse a sí misma, buscar en su interior. Incluir el suicidio de Septimus fue un reto personal, el apartado que más le costó escribir.
Virginia Woolf da voz a las mujeres de su tiempo, las retrata con sus particulares inquietudes, con sus sueños y pasiones. Las mujeres desean realizarse como personas, como individuos independientes, sin embargo, viven a través de los hombres, desencantadas, sumisas y profundamente infelices.
La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias también se hallan presentes en la novela. Virginia Woolf ha de incluirla por fuerza pues ha provocado sustanciales cambios. La estricta época eduardiana da paso a una nueva sociedad en la que las ideas socialistas e igualitarias, más liberales, ganan peso. La gente es diferente por dentro y por fuera. Ha cambiado la manera de pensar, la forma de comportarse: los diarios hablan de retretes, las mujeres se retocan el maquillaje en público…
La señora Dalloway incluye una lúcida crítica social. La sociedad inglesa está divida en dos grandes grupos que conviven dándose la espalda. Nobles y aristócratas se jactan de su estatus, mientras otros apenas logran sobrevivir.
Virginia Woolf toca muchos puntos importantes en su novela y los aborda con profundidad y rigor, demostrando una gran habilidad literaria en el manejo del tiempo a la hora de introducir el pasado de los personajes y proyectarlos hacia el futuro. Esta singularidad era nueva en la literatura, que hasta entonces estaba sujeta a unas normas formales. Woolf rompe con lo anterior y propone un tiempo abierto en el que predomina la introspección de los personajes. En la obra se cuelan el existencialismo y la muerte de Dios como parte del vuelco filosófico que se vive en la época y se aboga porque cada persona sea, simplemente, ella misma. Este anhelo se ve truncado en Virginia Woolf, que tuvo que despersonalizarse adoptando el apellido de su marido y que pasó su vida intentando hallar un remanso de tranquilidad donde poder desarrollarse. Lástima que, perseguida por los fantasmas de su mente, nunca llegase a encontrarlo.
 
*Reseña: María Dubón