El refugio de las
golondrinas, de Paula Figols, es un libro narrado con primor, cautiva por
su sencillez y conmueve al transmitir emociones que permiten al lector
empatizar e identificarse con los personajes y sus vivencias.
A modo de diario, la historia nos muestra el día a día
durante un año de Mario y Luz, dueños de un quiosco de prensa; Rafael, jubilado
y fotógrafo cronista de la plaza en la que vive; Helena, madre primeriza y su
bebé Diego; María, periodista en prácticas; Paco, Martin y Dimitri, un peculiar
trío que comparte cervezas mientras conversa de mil temas. Todos ellos son
vecinos, conviven en un espacio común en el que se entrecruzan sus vidas. Una
céntrica plaza zaragozana es el epicentro de sus idas y venidas, punto de
partida, refugio y estación de destino. Paula Figols nos la describe con
detalle, le añade matices, una atmósfera peculiar y consigue convertirla en un lugar
que sentimos nuestro. Lo mismo ocurre con los personajes, descritos tan
íntimamente que se le hacen cercanos al lector y al final resultan personas conocidas
por las que se siente afecto. Sus vidas son vidas corrientes en las que nadie
repara, que no destacan por nada en particular, pero que dejan su impronta y
nos muestran a unos héroes cotidianos que resuelven los problemas que se les
presentan, que luchan, se esfuerzan, intentan ser felices, tienen sueños,
sufren desengaños.
El refugio de las
golondrinas es una novela que se disfruta, que la gente de Zaragoza
apreciará especialmente al reconocer cada rincón del escenario en el que
transcurre. Paula Figols deja un final abierto para que cada lector cree uno a
su medida y sorprende con un golpe de efecto al dar voz en el epílogo a un
nuevo e inesperado personaje.