Querido Salman:
Cuando escribo algo sobre usted, mi mayor esperanza es que
pierda actualidad antes de llegar a la imprenta: que la fatwa que pide su
muerte haya sido levantada para siempre. Deseo fervientemente que cuando esta
carta llegue a usted haya pasado la incalificable prueba que está
experimentando. Una y otra vez pregunto, a mí misma y a otros, cómo es posible
que el mundo haya permitido que el criminal edicto contra usted persista año
tras año. ¿Por qué los gobiernos democráticos, en especial el británico, que se
preocupan por la violación de los derechos humanos en todo el mundo, no
actuaron condenando esta enorme violación? Si se puede prescindir de un ser
humano individual, ¿por qué se han dedicado tantísimos esfuerzos e
interminables negociaciones, internacional y acertadamente, en favor de rehenes
políticos individuales? ¿Vuelve, en puertas del siglo XXI, a tolerarse la
persecución religiosa, pero no la política? ¿Por qué Anmistía Internaciónal no
ha reconocido su forma de encarcelamiento que hace de todo el mundo su prisión,
pues no hay lugar en el mundo a donde vaya que lajatwa que autoriza su muerte
no desafíe las leyes del país? ¿Por qué las Naciones Unidas no lo reconocen
como lo que es: la presa y -cada día, en todas partes- víctima potencial del
terrorismo internacional? ¿Es aceptable el terrorismo internacional siempre y
cuando sea invocado por una religión grande y respetada?
Me acaban de regalar el Diccionario Oxford de nuevas
palabras. Revisándolo, veo de pronto que fatwa ha entrado en la
lengua inglesa. Ahí está, reconocida en el uso común junto con fastfood y fast-track, con el prestigio
que supone encontrarse en la relación de un diccionario prestigioso. Eso
solamente puede tener un significado: la fatwa es aceptable como una
circunstancia de la vida, de su vida. La etimología de su paso al inglés es muy
suave:
“...Préstamo del árabe (en las formas fetfa o fotwa...),
la fatwa adquirió un nuevo valor en los medios de lengua inglesa
en febrero de 1989, cuando el ayatolá Jomeini de Irán proclamó una fatwa sentenciando
a muerte al escritor británico Salman Rushd¡e por publicar Los versos
satánicos (1988), un libro que muchos musulmanes. Consideraron blasfemo y
muy ofensivo. Fatwa es un término genérico para cualquier decisión legal
tomada por un muftí u otra, autoridad religiosa islámica, pero, debido al
contexto particular en que occidente se familiarizó con la palabra, a veces
se cree erróneamente que significa sentencia de muerte" (La
cursiva es mía). Una familiarización mortal. Se ha evitado el horror de intento
de asesinato; la semántica reconcilia el case con la experiencia
cotidiana. Ha sido codificado como un conocimiento casual útil para los
aficionados a los crucigramas.
De hecho, es importante para nuestras experiencias diarias;
sin embargo, estamos claramente en un punto de mira distinto de lo que la
mayoría de la gente quiere ver. La gente no tiene que ser escritora para verse
expuesta en su vida, o en la vida futura de sus hijos, a las amenazas de los
fanáticos -religiosos, racistas, sexistas-. Un individuo puede vivir privada y
silenciosamente como un ratón, e incluso así, un día, por el color de su piel,
la naturaleza de sus relaciones personales o el origen nacional de su abuelo,
verse marcada para la destrucción como un paria; la indiferencia ante tan
específico mal es fatal para la libertad de la generalidad. En lo que respecta
a los escritores, que corremos un riesgo especial, la fatwa nunca puede
ser ignorada como algo que le sucede a otros. Con el poder del terrorismo internacional
al servicio del fanatismo, los hemisferios Norte y Sur son un mismo coto de
caza. El tema de Los versos satánicos nos concierne y seguirá
concerniéndonos en la literatura africana como parte de la literatura
poscolonial mundial, pues su novela es una exploración innovadora de una de las
más intensas experiencias que compartimos, la personalidad individual en
transición entre dos culturas unidas en ese mundo poscolonia cuya arena es
Europa y las Américas, además de los territorios que en su día invadieron.
A través de ninguno de los personajes de su novela, nunca ha
pedido usted, ni defendido, la muerte de nadie; el precedente de la fatwa
reclamando el derecho a su vida es un crimen contra la humanidad que proyecta
sombras sobre el libre desarrollo de la literatura de todas partes.
Estimado Salman, ojalá pueda usted romper esta carta como
algo que ya no necesita: el apoyo de sus colegas escritores y amigos en la
tremenda prueba que ha vivido con un coraje admirable. Que podamos escribirnos
desde dentro del mundo de la imaginación, el delicioso esfuerzo por capturar la
palabra, donde pretendemos dar sentido a la vida, para nosotros y para quienes
leen nuestros libros.
Afectuosamente,
Nadine Gordimer (Premio Nobel de Literatura en 1991).