Reseña del libro: La niña de Luzmela

La niña de Luzmela narra la vida de Carmencita, hija natural del hidalgo de Luzmela que fue recogida por este a los tres años, cuando la pequeña perdió a su madre. Don Manuel también se ha hecho cargo de Salvador, hijo de unos amores infortunados entre una pareja de campesinos humildes. Ahora don Manuel ve próxima su muerte, Carmencita tiene ya trece años y quiere asegurarle un buen futuro, libre de penalidades económicas, por eso decide hacer testamento. Le deja la mitad de su fortuna a su hermana Rebeca, a condición de que la tía sea una buena madre para Carmen, pero la hermana es casi una desconocida con la que no ha mantenido estrecho trato y duda si esa mujer, árida y poco afectuosa, sabrá cumplir este cometido. Por eso añade una cláusula a su testamento: que Carmencita pueda reclamarle la herencia si no se siente bien atendida. La otra mitad de sus caudales los lega don Manuel a quien considera, por afecto, su hijo, a Salvador, para que disponga de las rentas y reserve el capital por si Carmencita llegara a necesitarlo algún día. Si acaso muriese Salvador antes que Carmencita, debería legarle a ella esa parte de herencia, esta cláusula testamentaria es el acuerdo moral entre dos hombres honrados.
Cuando el hidalgo don Manuel de la Torre, señor de Luzmela, muere, su hija emprende un penoso viacrucis. La vida en casa de su tía, con sus primos, será espantosa y ella sucumbirá a la tristeza y al desánimo, resignada a llevar una vida temerosa y estremecida. La dureza de su infeliz existencia hace que Carmen se apoye en la fe para compensar con devoción la ausencia de alegría y esperanza. Toda clase de infortunios convierten a la joven en una mártir abnegada, y con resignación soporta desprecio, envidia, humillaciones, soledad… y cada una de las duras pruebas que la vida le presenta.
La niña de Luzmela fue la primera novela de Concha Espina, publicada en 1909. En esta obra se aprecia la religiosidad y una intención moral en lo que respecta a la defensa de la castidad femenina, los valores familiares y la compasión hacia el prójimo más desfavorecido. También se describe, con un lenguaje simple, el ambiente rural cántabro que tan bien conocía la autora. Los personajes denotan unas personalidades bastante maniqueas y el argumento, convencional, es muy del gusto de las lectoras de la época.
*Reseña: María Dubón