Reseña del libro: Blancanieves de los hermanos Grimm, según Cano

Blancanieves es, gracias a Walt Disney, uno de los cuentos clásicos más conocidos, no envejece con los años y gracias a la magia del cine pervive en el imaginario colectivo de varias generaciones, que sucumbieron al encanto de aquella muchachita tímida y bellísima que cantaba y bailaba acompañada por un grupo de pajarillos.
La relación Disney-Blancanieves-Grimm se transforma ahora en un nuevo trío: Cano-Blancanieves-Grimm. Porque en esta Blancanieves el protagonista es Cano, aunque intuyo que lo es a su pesar, pues él no aspira a la notoriedad si no es a través de su obra.
José Luis Cano ha recurrido a los símbolos para ilustrar su Blancanieves. Así como Disney creó un personaje edulcorado y casi bobalicón, al que daban réplica unos enanitos simpáticos y campechanos (a excepción de Gruñón), todas las familias tienen un garbanzo o una oveja negros; una madrastra mala malísima, capaz de metamorfosear su belleza en horripilante máscara para cumplir su abyecto y mortífero plan y un príncipe apuesto, de los de caballo blanco y palacio majestuoso, con poderío para resucitar a una muerta dándole un amoroso y casto beso, no olvidemos que es una historia para tiernos infantes. Cano, en cambio, nos presenta una Blancanieves niña, que lleva a la eterna juventud entre los brazos, personificada por Peter Pan; los enanitos no son hombrecillos pequeños que trabajan en una mina para arrancarle preciosos tesoros, son grandes hombres, que han llegado a serlo porque supieron conservar al niño ingenuo y curioso que fueron, con el tiempo se convertirían en Picasso, Miró, Harpo Marx…; la madrastra es la Gioconda de Da Vinci, que se transmuta en la de Duchamp añadiéndole un bigote, o quizás no sea tan simple, porque a la vez es el príncipe ¿malo?
Por si alguien se pierde, Julia Millán explica lo que no pudiera entenderse de la Blancanieves de Cano. Nos ofrece claves para desentrañar misterios y nos guía por el laberinto de imágenes, ¿o son espejos?, con el que Cano nos absorbe. Lo que parece evidente no es evidencia, es… una puerta abierta a la especulación. Pues ante cualquier cuadro, el espectador no ve lo que ha recreado el pintor, sino la interpretación que de él hace su subconsciente.  El mío me dice que la Blancanieves de Cano es una pobre tonta, acepta de buen grado convertirse en la sirvienta de los enanos, lavar, tejer, coser, tener la casa como una patena y la comida en el plato a su hora. No me extraña que Blancanieves se coma la manzana para suicidarse, para salir del tedio de una rutina que solo la muerte puede romper.
Quiero pensar que Blancanieves resucita con la lección aprendida, se negará a ser la criada del príncipe y acabará sus días viviendo como una reina, en el sentido menos monárquico del término.
*Reseña: María Dubón